lunes, 20 de julio de 2009

Este embarazo…

…fue una de las experiencias más difíciles que me ha tocado transitar.

Sin duda, he pasado por cosas peores, pero esta vez hubo una gran diferencia. Si bien jinete y caballo suelen llevarse muy bien, no acostumbran a intercambiar lugares. Yo siempre he sido una buena amazona. Digamos que si se trata de tomar el toro por las astas y combatir a capa y espada, me siento en mi salsa.

Estos meses han sido completamente distintos. Pusieron patas para arriba las tres espadas con las que venía resolviendo las cosas. Como si me hubieran dicho: Mirá nena, esto dejalo acá porque en este viaje no lo vas a necesitar; Pero cómo y entonces qué hago; Nada acostate acá y esperá; ¿El deseo lo puedo llevar?; Sí, eso y el cuerpo es lo único que podes traer.

Cuando se trata de ofrecer el cuerpo para que se haga con él y que los acontecimientos simplemente sucedan allí, no me resulta tan sencillo. Debo reconocer que ofrecerme como escenario pasivo de los hechos es una lucha extraña.
El deseo, en esta situación, es como una fuerza sin manos. Pero al mismo tiempo el único motor que puede sostener el escenario. El resto descansa sobre variables que no están a mi alcance. Hay que dejarse hacer y punto.

Esta espera ha sido una de las experiencias más difíciles. Está llegando a su fin y dejará marcas como todos los sucesos fuertes con los que la vida me ha topado. Intentaré, como es mi costumbre, capitalizarlo. Probablemente ese sea mi modo de volver a ser un poco el jinete.
¡Y sí, no puedo con mi genio!

* No encontré ninguna imagen del Michelin subido al caballo. Entonces no me quedó otra que poner a esta heroína. Después de todo no había tanta distancia con la realidad … Bueno, las alas del caballo, ok.

¡Feliz Día del Amigo!

La amistad es un lazo que sabe tolerar las distancias. Este espacio posibilita amistades que más que soportarla, se construyen sobre una distancia irremediable. Aunque lo fantástico del caso es que no por ello, el efecto resulte menos verdadero.
Digo, una de las cosas maravillosas de la amistad es ese sentirse acompañado, esa sensación de calor que no sólo la traen los brazos, ese rato matándose de risa aunque ambas partes tengan problemas jodidos que soportar, esa palabra que escuchas y luego decís: mirá qué bien, no se me había ocurrido, esa confianza en la seguridad del otro que aunque vaga, sostiene. Lo maravilloso de la amistad son sus efectos.

Por eso, quiero decirles a todas aquellas que han estado aquí, al pie del cañón, para terminar de cerrar el proceso que implica toda escritura, a todas quiero decirles no sólo Feliz día del Amigo, sino GRACIAS. Gracias porque a pesar de la distancia, de que con la mayoría no nos conocemos más que por el nombre cibernético que hemos elegido tener y por la parte de nuestra historia que nos hemos permitido compartir, a pesar de todo ello han tenido un gesto genial conmigo: acompañarme. Esa cosa de decir: voy a pasar a ver cómo anda Zeta ha encontrado su cede en esta Amarga Espera. Han pasado por aquí una y otra vez a escuchar la temperatura de mis locuras y no solo eso, me han regalado parte de la marca de vuestras lecturas en palabras. Todo eso para mí no tiene precio y se los agradezco enormemente.

Por eso:
¡GRACIAS y FELIZ DIA DEL AMIGO!

viernes, 17 de julio de 2009

¡Ah! Me olvidaba ... Será Federico


Estábamos en la consulta con la obstetra. Corría la semana veintipico. Ella estaba por irse de vacaciones y quería dejar algunas cosas resueltas.

- ¿Y? ¿Cómo se va a llamar?
- No sabemos todavía. No nos animamos a pensar.
- ¡¿Cómo que no?!
- (Cara de pollos mojados sin articular una sola palabra)
- A ver el apellido del padre ... mmm ... Federico.
- (Nos miramos) Federico … Es lindo. Fede…
- ¡Sí! Queda bien. Es muy masculino. (Ella, mirándonos en busca de un gesto de aprobación que no encontró) Bueno, entonces, lo anoto. En lápiz.
- (Seguíamos en silencio, Federico nos rebotaba en la cabeza como una pelota saltarina)

A partir de aquel momento no se nos ocurrió otro nombre que no fuera ese. Quedó flotando hasta la semana 30, en la que prácticamente tuve que obligar al padre a animarse a pensar el nombre. Cuando llegó el momento, la cosa se puso difícil. Fue más o menos así: Y bueno, Federico.

miércoles, 15 de julio de 2009

¡Preparate!

Para no abandonar mi habitual sarcasmo, se me ha venido a la cabeza esta palabra que tanto he escuchado estos meses y que ahora me repiten aún más, y retumba en mi atorada cabeza.
Es una suerte de imperativo. En cualquier otra situación pondría manos a la obra. Como un movimiento automático desencadenado por una sola palabra.
En esta situación juro que quisiera hacer lo mismo pero me quedo girando en falso sin saber qué hacer. Como cuando jugas por primera vez a un video juego y no sabes para dónde carajo llevar al muñequito.

Entonces me pregunto: ¿se puede estar preparado para las grandes cosas de la vida? Digo, prepararse implica cierta anticipación. Uno presume qué va a suceder, lo imagina, arma la escena en la cabeza y prepara lo que supone necesitará. Herramientas, cabeza, todo. En verdad, estoy convencida de que uno sabe qué sucedió sólo cuando mira hacia atrás. Recién ahí se puede hablar, significar. Mientras está ocurriendo no hay mucho que se pueda decir, mucho menos se puede saber qué está pasando. Todo eso es una construcción que se arma luego, a posteriori de haberlo vivido. Nadie sabe cuál será la noche inolvidable de su vida mientras está viviéndola. Pasa que nadie te dice nada, surge y te das cuenta después.
Tener un hijo, en cambio, suele ser el momento más importante de la vida de la gente y es posible sospecharlo de antemano.
Ahora bien, cómo se hace cuando verdaderamente uno no puede imaginarse la situación. Cuando no hay representación posible en la cabeza porque sencillamente es algo completamente nuevo. Cuando no hay manera de creerse que las cosas estarán bajo control. He visto niños recién nacidos, he ido a maternidades con la bolsita de regalo, lo he visto por televisión, me lo han contado. Pero mi punto de vista en todas esas ocasiones ha sido el de espectadora. Y si bien he tenido tiempo de sobra para desearlo, hoy que estoy a punto de tener el rol protagónico simplemente no puedo imaginarlo. Cuando hago esfuerzos por figurar la escena en mi cabeza, persiste cierta sensación de extrañeza porque es una imagen compuesta de retazos de experiencias ajenas.

No sé si es de madre desamorada, pero honestamente, no me imagino la cara de mi hijo. Hace unos días me sorprendí imaginándolo medio morocho y recién después de varios paseos por esas ideas me di cuenta de que las chances de que sea morocho son escasas. Yo soy rubia y mi marido castaño claro. A menos que se hayan confundido de frasquito, las posibilidades son prácticamente nulas. Me encantan los morochos, pero la genética es la genética. Ahí descubrí que la cabeza cabalgaba por un mundo inexistente, totalmente despegado a la realidad.

Por una vez hay una frase hecha que confirmo ciento por ciento: que sea sanito. Creo que no la he dicho en ninguno de los días que han compuesto este embarazo, pero hoy puedo decirles que refleja exactamente la sensación que tengo, el deseo, lo único que anhelo. No espero nada más que eso. Fíjense que estaba dispuesta a recibir a un bebé morocho, sin que siquiera me resultara extraño.
En verdad, no siento culpa de no imaginarlo. Mientras escribo se me vienen a la cabeza, ciertos años de mi adolescencia, la época de las citas a ciegas. Sin una foto era francamente imposible imaginar un rostro que nunca había visto. Y no seamos necios, a pesar de habitar en mi panza, no nos hemos visto nunca las caras. Así que bueno, pronto tendré una cita a ciegas con mi hijo. Con una gran diferencia respecto de aquellos encuentros: seguro me voy a enamorar de él. Mi hijo, en cambio, por su propio bien, tendrá que desenamorarse pronto.

martes, 14 de julio de 2009

Libre de ataduras

Veintitrés semanas atrás, un par de hilos tipo choriceros anudaban la salida de mi mayor tesoro. En lo que los médicos llaman cerclaje, unas manos expertas los entrelazaban con la intención de que al niño le fuera imposible escurrirse antes de tiempo. Desde entonces, esperaba el momento en que pudiera liberarme de ellos. Parece que no, pero convivir con unos piolines extraños es molesto a veces. Psicológicamente molesto.
Hoy, luego de unos cuantos retortijones, los hilos y yo nos dijimos adiós. Sospechaba cierto tormento, pero la verdad fue un poco más doloroso y molesto de lo imaginado. Por suerte ya pasó. El episodio no dejó más que unas acuosas perdidas rojizas, ya casi imperceptibles.
El camino está despejado ahora. ¡No me miren fuerte que exploto!

domingo, 12 de julio de 2009

¡El reposo, la luz, el agua y la put… madre que lo parió!

Ya sé que hay cosas mucho más serias, pero permítanme, esta vez, quejarme de algo absolutamente trivial. Y déjenme mostrarles cómo eso puede acabar con mi calma y hacerme sentir la persona más desdichada, sola e incomprendida del mundo.
¡¡¡Déjenme, por esta vez!!!

Los momentos placenteros del reposo no son muy abundantes, especialmente en esta etapa. Cuando los meses ya han sumado cinco, los kilos se cuentan en decenas y los días duran cien horas. Digamos que una ya está harta. Todo te viene mal. Estar sola, no estarlo, no poder moverte, que el bebé se mueva demasiado, que se mueva poco, que la perra ladre, que no lo haga, que la compu esté lenta, que se haga de noche. En fin, todo es un fastidio.
¿Qué dirían las abuelas frente a semejante cuadro de histeria desenfrenada? Por qué no te das una duchita calentita y te relajas. Bien, por una vez tendrían razón. Eran más o menos las cinco y media de la tarde, estaba sola, el sol comenzaba a caer y el ánimo también. Pensé: mejor pongo música, me doy una ducha, me perfumo, me pongo cremita y paso un momento agradable. Preparé todas las pelotudeces que tenía que llevar. Abro paréntesis de aclaración. Vivo en una casa de dos plantas que debido al reposo se ha reducido a una. Tuvimos que bajar la cama, pero la ducha me quedó arriba. Así que subo cada tanto. Mejor que no me olvide de nada porque no tengo muchos ascensos permitidos. Menos de uno por día, sino qué sentido tenía bajar la cama. Bien, cierro paréntesis. Había subido todo, puesto música y ya disfrutaba de las tibias gotas sobre mi abultado cuerpo. Mi pelo rebozaba de shampoo cuando de pronto la música se apagó y con ella las gotas se fueron de mí sin siquiera despedirse. Se cortó la luz, el agua y la puta que lo parió! ¡Puede ser!
Es importante contarles que el cráneo que construyó mi casa consideró apropiado enterrar el tanque de agua en el jardín. Es así que la única manera de que el agua suba, dado que la fe no mueve montañas (acabo de comprobarlo) es la maldita y bendita electricidad. En aquellos tiempos de construcción enterrar el tanque me pareció fantástico. ¡Qué lindo, no se ve! … ¡Estúpida! Así que cada vez que se corta la luz, automáticamente me quedo sin agua (ni fría, ni caliente, ni una gota) y lo que podría ser un hogar apacible no es más que un techo que no sirve para nada. Todo, pero todo en mi casa funciona con electricidad.
Así que aquí estoy, con una toalla en la cabeza, el pelo lleno de jabón, bata y ojotas, escribiendo a oscuras para drenar la bronca. ¡Después de todo qué otra cosa podría hacer! Con razón los escritores de antes tenían obras tan cuantiosas.

viernes, 10 de julio de 2009

¿Es el primero?

Había prometido dedicar un post a esta incómoda pregunta. Lo cierto es que cuando una anda sola con la panza por ahí (sola en el sentido de no arrastrar niños, ni cochecitos, ni mochilitas, ni nada parecido) la pregunta obligada de quienes no se resisten a los clisés es, con voz siempre aguda: ¿es el primero?
Supongo que casi todas las que gustan de pasear por estas líneas saben muy bien lo que es padecer preguntas vacías, innecesarias, hechas como quien dice “qué frío que hace” en el ascensor. Saben bien cómo se clavan hondo en el pecho y salvo en cansadas ocasiones, suelen terminar en una respuesta vaga, con una media sonrisa odiosa y maldiciones internas para la “ingenua” interlocutora. Hablo en femenino porque, digámoslo, esto es cosa de minas. Los tipos, en general, no preguntan nada.

Es un tema delicado porque, sin duda, la respuesta depende de la historia de cada quien. En mi caso, me tocó vivir dos experiencias complejas. Ustedes saben, perdimos un bebé al que tuve que parir. No fue un aborto, pasé por un parto (explicación para mentes escépticas: no se trata de mi modo de decirlo, de vivirlo, etc. En esa edad gestacional se llama parto, con goteo, contracciones, pujos, etc. Además de haberlo visto, claro) Esa vivencia lo convirtió irremediablemente en mi hijo. No me alcanzarían las palabras para definir esa sensación. Lo que sí puedo decir es que fue una experiencia en el cuerpo que cambió mi visión de la vida entera. En mi corazón y el de mi marido está clarísimo que ese bebé fue nuestro primer hijo y que somos padres a partir de aquel día.

Luego de los años y varios tratamientos, llegó este embarazo, que al comienzo prometía dos niños en lugar de uno. En la semana 8 tuvimos que aceptar que uno de ellos nos había abandonado. La verdad no sé bien qué se siente cuando esto sucede en un embarazo único. Ni hablar si eso sucede más de una vez. Tiendo a pensar que la enorme tristeza que se siente se expresa en la sensación de haber perdido un embarazo, la promesa de un hijo, no un hijo en sí. Al menos es así como yo lo sentí. Fue raro porque no dejé de estar embarazada, pero me sentía embarazada y al mismo tiempo no. Quiero decir, yo no siento que este bebé que está por nacer sea mi tercer hijo. Es para mí, claramente, el segundo. El que podría haber sido su mellizo fue una ilusión que se perdió en el camino.

Está claro que no puedo explicarle todo esto a cada pelotuda que me pregunta si es el primero. No digo que tengan mala intención. La causa suele ser la ignorancia, pero eso no ahorra la molestia. Termina sucediendo entonces, que entre pregunta y respuesta media una mirada cuyo objetivo es determinar si se trata de alguien lo suficientemente sensible como para comprender y responder con un gesto de cariño. Lo más atinado suele ser el silencio, tal vez un gesto de lamentarlo, no mucho más. Todas aquellas sospechadas de ser capaces de decir: “bueno pero este bebé está bien”, “disfrutalo”, “olvidate del pasado”, o peor “buenooo, yo perdí tres antes de Pepito y nada, siempre le dije que lo buscamos tres veces”, todas ellas reciben una respuesta escueta. Un “” mentiroso que cierra la conversación y la expulsa del universo posible de mujeres con quienes se podría establecer una relación amistosa. Todo ello no sin que el corazón se estruje por dentro, disculpándonos con ese hijo perdido por estar negando su existencia.

Por último, un llamado a la solidad. A todas aquellas que no cuenten con una razón útil que haga necesaria alguna de estas preguntas o comentarios, por favor absténganse. Pongan a funcionar la censura y nunca pregunten o digan estas cosas:

¡Qué lindo es!...pero no se parece a ninguno de los dos.
Hoy en día existe la ovo y espermodonación. Salvo que estén absolutamente seguras de que el niño no ha llegado por esa vía, o son los propios padres quienes hacen un comentario al respecto, olviden esas palabras.

No estés triste, ya vas a quedar embarazada de nuevo, van a venir otros bebes y te vas a olvidar de este
¡No! No tengo por qué olvidarlo. Las personas no se intercambian unas con otras. Si querés tapar que la vida es también un poco la muerte, problema tuyo! Sería lo mismo que decirle a alguien que acaba de perder a su padre: y bueno, ya vas a encontrar otro parecido, no te preocupes.

Ustedes… ¿para cuándo?
No todo el mundo tiene hijos cuando quiere y no tiene por qué estar dando explicaciones.

Estoy embarazada, quedé en el primer mes. Menos mal porque mirá si no podíamos. ¡Me moría!
Siempre es bueno evitar contar plata delante de los pobres, aunque uno no sepa si son pobres o no.

Fulanita no podía quedar, adoptó y se embarazó.
No se trata de adoptar un niño para luego decirle: te adoptamos a vos porque en verdad queríamos que llegara él. Así que ahora no sabemos qué hacer con vos…

¿Por qué no adoptas y listo?
Siempre pensé: y listo… ¡¿QUÉ?!

Seguramente me estoy olvidando de muchas otras situaciones muy molestas. Se aceptan donaciones.


Agregado posterior
Por favor, leer los comentarios!! Sabias mujeres han hecho sus donaciones para combatir tanta frase pelotuda que ronda por ahí. Juntas podemos hacer un universo femenino más apacible!!!!

miércoles, 1 de julio de 2009

Lo que faltaba, una pandemia.

Me pregunto si la historia que tenía para contarle a mi hijo no era suficiente. Digo, porque ahora, además tendré que decirle que sobrevivimos a una pandemia! En su lugar yo preguntaría: Mamá, que ganas de complicarte la vida ¿no tenías un momento mejor? En verdad sí tenía otros momentos pero fuiste vos quien no quiso venir (madre cagándole la vida a su hijo, momento número veintitrés).

Esto de la pandemia me produce varias reflexiones, especialmente porque desde hace dos días no se puede pensar en otra cosa. Suelo tener una visión algo escéptica y crítica sobre los hechos de la realidad. Ya lo he dicho, para mí la realidad es una construcción. Vivimos en aquello que construimos, nos construyen, compramos, etc. Si no me creen, retrocedan tres días atrás. Todas las palabras que hoy utilizamos para hablar de la porcina, estaban dedicadas a Kirchner y la aplastante derrota. Y la semana pasada, pobre Michael. De lo que estoy segura es de que las cosas no cambian tan drásticamente en dos días. El domingo teníamos tanta porcina como hoy, sólo que no teníamos tanto miedo.
Si yo fuera la de antes, la gripe porcina me parecería simplemente algo de lo que hay que cuidarse, utilizado por los medios de comunicación para orientar las conversaciones de la gente. La que soy ahora, puede pensar de ese modo, pero motivos evidentes, no escapa a la inquietud generalizada sobre el tema. Es como si mi cabeza no pudiera unir la sensación con el razonamiento.

No es para menos. El reposo me viene privando de diversas actividades que realizaría con gusto, pero ahora se han sumado dos más. No se puede encender la televisión. El bombardeo de “ya serían 45 los muertos” tiene un efecto espeluznante. Menos mal que existe National Geographic. El refugio en la compu empezó a complicarse también. Hoy me llegaron al menos cinco mails con los “si y los no” de la gripe porcina, sumados a otros tres con información de suspensión de actividades, a las que obvio, no iba a poder asistir. Hasta encontré una cuotita vengativa a todo esto: ahora no soy la única recluida. Estar en casa es lo que se debe hacer. He dejado de ser un bicho raro para convertirme en una buena alumna del Ministerio de Salud.

Y por último, cómo hacer para mantener la calma si al encender la televisión uno se encuentra con el título: Embarazadas en riesgo. ¿Más riesgo? Estoy harta de esa palabra. Si yo tenía un embarazo de alto riesgo, ahora cómo sería ¿doble riesgo? No, pero disfrutalo, es hermoso lo que te está pasando, bla, bla, bla. No se crean, también tengo un pensamiento algo más oscuro, no olviden que tengo tiempo para eso. De ninguna manera voy a permitir semejante generalización. Qué es eso de embarazadas en riesgo. Qué ¿ahora resulta que no soy una rareza? ¿Ahora están todas en riesgo? Qué se creen, que me van a venir a destronar tan fácilmente, justo ahora que estoy por dejar de estar embarazada.
¡¡¡De ninguna manera!!!