jueves, 15 de abril de 2010

Crónica de una muerte anunciada

Como quien vuelve, pero mejor se va...

Una vez más mi madre tenía razón. Me compro justo y después me queda chico. No hay nada que hacer, su sabiduría recorre mis venas y por más que lo intente, llego siempre al puerto que ella había visto antes que yo. Creer o reventar.

Por eso, amados/as lectores, hoy vengo a decirles que lo que se suponía que pasaría. Este blog muere aquí. ¡Momento! No es para llorar, porque resucita en otro.

Mi necesidad de escritura sigue intacta, pero ya no tiene sólo que ver con mi hijo o la espera de él, sino con mi vida entera.

Por eso, en honor a las palabras de mi “santa” madre, los invito a:

Escribir o Reventar
(http://www.escribiroreventar.blogspot.com/)

La Amarga Espera y otro blog aún más antiguo que éste, escrito con nombre y apellido, se unen en uno sólo que a partir de ahora me representa mejor. Espero que mi resurrección en este nuevo espacio no sea castigada con el olvido. De corazón, los espero allí. Y ...GRACIAS por haber estado aquí.

lunes, 15 de marzo de 2010

Como quien vuelve

Me siento como quien vuelve al psicoanalista luego de varios meses. Por dónde empezar, hay tantas cosas para decir y al mismo tiempo ninguna que acuda firmemente a la boca.

A ver. Me largo en libre asociación. La primera o todo al mismo tiempo: que me acordé de este espacio más de lo que las fotos que publiqué pudieron demostrar. Que la culpa por no escribir viene calando hondo en mi cabeza desde hace muchas más semanas de las que puedo soportar. Que estoy volviendo a escribir con la sensación de que mi escritura, la mía, la que me gustaba, me abandonó. Que en medio de tanto trabajo, tanta maternidad que me tiene embelezada, siento que el talento se me fue al cuerno. Que estoy feliz. Que no puedo creer la escena de mí misma teniendo una entrevista en un jardincito para ver si Fede empieza a socializar. Que me da un placer inmenso estar pensando cómo organizo la fiestita de cumpleaños. Que no puedo creer que esta vez me toca a mí y estoy como quien acaba de ser besada por su amor imposible y siente que no lo está disfrutando con la intensidad que debiera. Que estoy rara porque tengo que remontar mi trabajo después de un año, digamos, sabático; pero que al mismo tiempo no tengo el ímpetu de antes porque lo que verdaderamente quiero hacer es escribir, pero por otras cosas laborales que me tienen muy atareada, siento que tampoco escribo y si lo hago pienso que es una reverenda porquería. Ahí, ni chicha, ni limonada, aparece sin piedad el fantasma materno del ama de casa que me persigue voraz y amenaza con apropiarse del único talento que creí tener: éste, las palabras escritas.

En fin, pero ya saben que mi hijo no es un luchador porque sí (aunque él podría haber salido de un repollo tranquilamente, repollo o ICSI, a esta altura da lo mismo). La lucha es lo mío. Por eso estoy dándole batalla a los monstruos secuestradores de palabras; aquí las dejo: cada lectura las salva.


(*) Su musa esta muy ocupada. Por favor intentelo más tarde.
Tomé la imagen del blog http://ezequieldelaparra.wordpress.com/ Hermoso blog por cierto y el texto sobre las musas, imperdible.

viernes, 26 de febrero de 2010

Una imagen vale más que mil palabras


... y sigo con poco tiempo. Mientras tanto Fede sigue creciendo. Ya cumplió 7 meses!

lunes, 8 de febrero de 2010

De vuelta.


... y sin tiempo para escribir, POR AHORA!!!
Les dejo una foto de Fede, que cumplíó seis meses allá y resume las vacaciones.

viernes, 15 de enero de 2010

Vacaciones


Emprendemos las primeras vacaciones de a tres. ¡Ciencia ficción pura! Tengo tantos bolsos que no se si poner a Fede en el portaequipaje o al revés. Nos llevamos de tarea empezar a darle de comer (otra cosa que no sea leche, está harto!).

Veremos qué sale. A la vuelta les cuento.

lunes, 4 de enero de 2010

Fiebre de 31 por la noche

Como derribadora de mitos me iría muy bien. Ya casi ni me lo propongo y me sale lo mismo. Cualquiera que me conoce sabe que los últimos cuatro años pasé unas fiestas de mierda. Alguna que otra navidad linda que se ennegreció del todo al poco tiempo. Cualquiera que sabe eso se imaginará que pasé unas fiestas de ensueño. Las primeras fiestas con Fede, sin temores, sin deseos entre manos. El gracias alcanzaba. Y sí, alcanzaba, lo que no alcanzó fue la salud.

El 24 a la tarde lo pasamos en la guardia. Fede no paraba de llorar. Fiebre, dolor, mocos = otitis. Cena del 24, yo ausente, en el baño haciéndole baños de vapor.
El 31 comenzó más o menos a las cuatro de la mañana. Yo tiritaba de frío y la fiebre hacía estallar el termómetro. Las horas venideras, un sopor que no cesaba. Paracetamol, ibuprofeno… nada. La fiebre no bajaba. A las ocho de la mañana, igual. A las nueve, a las diez. A las once llamamos al médico. Yo me imaginaba muriendo de gripe A fuera de la epidemia (re desubicada) y justo el 31. Es bastante cinematográfico, no? Pero lo mío es la literatura así que no daba morir así. La doctora llegó a las tres horas más o menos. No se mostró molesta por trabajar un día festivo. Tal vez no tenía con quién pasarlo y lo mejor era salvar moribundos como yo. En fin, no lo sé. Terminé medicada con oseltamivir por las dudas. A eso de las siete, cuando mi casa ya estaba plagada de gente con ganas de brindar, yo tomaba coraje en la cama para levantarme, con todos los pelos revueltos y la ropa pegajosa de bajadas y subidas de fiebre. Apostaba a que una ducha pudiera mejorar las cosas.

Después del agua, estuve en la cena con cara de papelito. Fede ya estaba fantástico, de tía en abuela, de abuelo en tía, y así. ¿Yo? De silla en silla. Por suerte la gente que viene a casa es gauchita y se ocuparon de todo. ¿Mi marido? Ya saben, es re gauchito, pero no se lo digan mucho porque se agranda.
No sé qué haría sin ellos.

domingo, 27 de diciembre de 2009

La belleza a los 80 kilos

Decir las cosas por su nombre me ha costado más de diez años de análisis. Me he convertido casi en una militante de ello. Pero los números no son lo mío, eso está a la vista. Pero esta vez y en honor a mi causa y porque las palabras escritas siempre me han ayudado (ojalá que con el peso también) es que hago este esfuerzo de hablar de lo que no hablo. Al menos nunca con tanta precisión.

He sido siempre una mina más o menos potable. Cuando iba bailar, los pibes se me acercaban, siempre más de dos o tres. Me decían cosas en la calle, no solo los albañiles. Nunca fui flaquita. Grandota fue la palabra que me donó mi madre y que supe portar en mi incomodidad durante muchos años de temor al ridículo. Cualquier pollerita más corta de lo esperado me convertía (en mi cabeza) automáticamente en Moria Casán.
Hoy miro para atrás y lamento aquellos años malgastados luchando contra un grotesco inexistente. Gorda es esto: que no me entren los pantalones más grandes que hay en mi placard, que me duelan las rodillas al sentarme, que me duelan los pies al estar más de tres minutos parada, que los sacos me queden chicos de brazos, que en las fotos encuentre –literalmente- un ballena, etc.
Pero es fin de año y este ha sido un año difícil pero muy bueno, de manera que mi mirada debe ser optimista. 80 es mejor que 93, que fue mi peso al parir. 90 al regresar a mi casa sin Fede en la panza. Les recuerdo que Fede pesó 2,3Kg. Esta claro: me guardé todo para mi.

¿Hay belleza a los 80 kilos? Cual anciana que habla del sexo en la tercera edad, puedo decir que no es la belleza que ustedes se imaginan. Las cosas son lindas pero diferentes. La moda, por suerte, colabora. Remeras sueltas que marquen las lolas que es lo mejor que me ha quedado, camisolas, pantalones anchos (algunos aún de embarazada), el pelo siempre lindo, limpio, un poco de bronceado, la blancura torna todo más ancho, nada de jeans, zapatos de colores para llevar la mirada a lo único que no ha engordado, carteras al tono. Pero sobre todo mucha actitud. Después de todo somos justamente las mujeres las que decimos que el tamaño no importa. ¿O sí?