Decir las cosas por su nombre me ha costado más de diez años de análisis. Me he convertido casi en una militante de ello. Pero los números no son lo mío, eso está a la vista. Pero esta vez y en honor a mi causa y porque las palabras escritas siempre me han ayudado (ojalá que con el peso también) es que hago este esfuerzo de hablar de lo que no hablo. Al menos nunca con tanta precisión.
He sido siempre una mina más o menos potable. Cuando iba bailar, los pibes se me acercaban, siempre más de dos o tres. Me decían cosas en la calle, no solo los albañiles. Nunca fui flaquita. Grandota fue la palabra que me donó mi madre y que supe portar en mi incomodidad durante muchos años de temor al ridículo. Cualquier pollerita más corta de lo esperado me convertía (en mi cabeza) automáticamente en Moria Casán.
Hoy miro para atrás y lamento aquellos años malgastados luchando contra un grotesco inexistente. Gorda es esto: que no me entren los pantalones más grandes que hay en mi placard, que me duelan las rodillas al sentarme, que me duelan los pies al estar más de tres minutos parada, que los sacos me queden chicos de brazos, que en las fotos encuentre –literalmente- un ballena, etc.
Pero es fin de año y este ha sido un año difícil pero muy bueno, de manera que mi mirada debe ser optimista. 80 es mejor que 93, que fue mi peso al parir. 90 al regresar a mi casa sin Fede en la panza. Les recuerdo que Fede pesó 2,3Kg. Esta claro: me guardé todo para mi.
¿Hay belleza a los 80 kilos? Cual anciana que habla del sexo en la tercera edad, puedo decir que no es la belleza que ustedes se imaginan. Las cosas son lindas pero diferentes. La moda, por suerte, colabora. Remeras sueltas que marquen las lolas que es lo mejor que me ha quedado, camisolas, pantalones anchos (algunos aún de embarazada), el pelo siempre lindo, limpio, un poco de bronceado, la blancura torna todo más ancho, nada de jeans, zapatos de colores para llevar la mirada a lo único que no ha engordado, carteras al tono. Pero sobre todo mucha actitud. Después de todo somos justamente las mujeres las que decimos que el tamaño no importa. ¿O sí?