jueves, 22 de octubre de 2009

Primer día de la madre

Ya sé que ya pasó. Como periodista en una agencia de noticias me muero de hambre, no? Bueno, aún no me dedico a eso, así que escribo cuando puedo.

Raro, pero con sensaciones hermosas. A decir verdad supongo que cuando quiero describir lo que siento me quedo mirando la pantalla en silencio.
Silencio que se parece al de este blog las ultimas semanas.

Puedo decir que fue la primera vez que no me molestaron las publicidades de madres y niños felices; la primera vez que la proximidad del día de la madre me producía una inquietud similar a cuando uno está por ir a una fiesta que esperó por mucho tiempo; la primera vez que se me llenaron los ojos de lágrimas pero de emoción y no de tristeza; la primera vez en muchos años que no pensé en cómo meterme debajo de la tierra y desaparecer.

Cuando llegó mi madre (señora compleja si las hay, que se ha jactado siempre por lo buena madre que fue y la mar en coche) el inconsciente me jugó una mala pasada y por diez segundos me olvidé de decirle Feliz Día. Sentía que era mi día y no el de ella. No me juzguen de egoísta, si conocieran en profundidad a mi madre, me entenderían.
Por un momento parecía mi cumpleaños. No paraba de sonar el teléfono y se me escuchaba decir gracias, muchas gracias a cada rato. Se ve que la gente también pensaba en mí el día de la madre.

¿El postre? Riquísimo. Mi marido tomó la palabra, con lo que a él le gustan esas cosas y brindó por la madre que resultó su esposa, por la lucha llevada a cabo y por nuestro hijo. Se me llenaron los ojos de lágrimas porque conocerse como madre y padre no es sencillo y en estos tres meses muchas veces sentí que yo no había resultado la madre que él esperaba que yo fuera. Aunque por lo visto la cosa no está tan mal. No sé si seré la de sus sueños, pero parece que me sigue eligiendo y eso me llena tanto como cuando Fede me sonríe.
Así que brindamos. Yo agregué en el brindis a todas mis compañeras de ruta, que en este día de la madre aún estuvieron bajo tierra, para que pronto ellas también puedan empezar a respirar aire puro.

¿La nota de color? Mi viejo pidiendo la palabra también. Como para no perder protagonismo, diciendo vaguedades sobre mí y reivindicando a la santa madre, que no soy yo, obvio, sino mi madre. Un pelotudo. No dije nada porque aún tenía los ojos mojados de las palabras de Igriega. Y bueno, la familia se agranda y los problemas también. Prefiero mil veces estos roces que esperar un llamado para ver cuántos embriones fertilizaron.

En cada sonrisa de Fede siento que la vida me sonríe otra vez.