domingo, 31 de mayo de 2009

¡Semana 30!

Ya estoy acostumbrada a que las cosas no salgan como las planeo. Incluso a que me pateen la pelota fuera de la cancha. No obstante, creo que hay que mantener al menos una parte del plan. Hay cosas a las que no accedo fácilmente, una de ellas es darme por vencida. Que he sufrido bastante, es cierto. Pero eso no ha sido motivo para pensar en abandonar el partido. Así que aquí estoy, festejando la llegada de la preciada semana 30, a pesar de la nueva espadita clavada en la última eco.

Las 30 semanas inauguran en mi cabeza la recta final, la cuenta regresiva. El “tratamiento” se terminará y al final me espera mi bebé, flaco, muerto de hambre, sí, pero me espera. Tal vez sirve para que vaya conociendo a la madre, que cocinando tiene la habilidad de un caniche manejando un monopatín.

Las compañeras panzonas que me adelantaban varias semanas ya están lidiando con mamaderas, pañales y chupetes. Eso me produce una sensación parecida a la que tenía en la facultad cuando esperaba para rendir un final. Llamaban al último que me precedía y sabía que la próxima vez que se abriera la temida puerta, sería irremediablemente convocada. Fijaba la mirada en la puerta, atorada en una especie de inquietud generalizada, un temblor de manos y piernas que se aplacaba recién cuando el examen comenzaba a terminar y ya podía suponer que saldría habiendo ganado la pulseada.

En fin, el flaco retomó su rutina habitual de movimientos y eso me indica que su vitalidad sigue inalterada. Vuelvo a mi inquietud habitual, esta semana un poquito más picante.

viernes, 29 de mayo de 2009

No tengo paz

Cuando quería empezar a relajarme, paf! otra vez a agachar la cabeza. En fin, seguro que no es grave, de hecho es lo que me explicó con una claridad impecable mi bendito ecografista.
La cuestión es que el flaco es cabeza dura y no quiere abandonar su condición por nada del mundo. En la última ecografía, todos los valores aumentaron menos la pancita, que por el contrario adelgazó un poquito. ¿El resultado? Aumentó menos de 100gr. en diez días, lo cual es poco para la edad gestacional.
Como yo venía tratando de relajarme y como los meses de reposo se acumulan en mis dolores de espalda, lo cierto es que la última semana me moví un poco más de la cuenta. Es muy probable que esa sea la causa (ojalá sea esa). El médico me explicó que estas cosas son muy comunes en pacientes como yo y que simplemente hay que mirarlo más de cerca (todavía más) y que aún aumentando así muy poquito, no hay mejor lugar para él que mi panza. Que estamos muy lejos de mi fantasía más cercana que es ir y que me manden de raje al quirófano.

Debo reconocer que soy una persona que piensa demasiado las cosas y que sucumbe fácilmente a pensamientos enroscados. Por ello, el problema, una vez más es mi cabeza. Los médicos hacen esfuerzos sobrehumanos para atenuar mi miedo exagerado pero no lo logran o lo hacen con resultados que se extinguen a las dos cuadras del consultorio, cuando mi capocha empieza a pasar la película de lo sucedido y a repasar las palabras escuchadas una por una, buscándoles sentidos ocultos que probablemente no tengan. Es así, como vuelvo a temer que algo malo pase, que se frene el crecimiento y que no lleguen a tiempo a sacarlo, que yo no me de cuenta de algo crucial y que pase algo malo.
En fin, que el maldito demonio me lo lleve.
Me muero de miedo y tengo la cabeza cada vez más quemada. Estoy pensando en mandar la panza sola a las ecografías, pero la tecnología no alcanzó tales adelantos.

De más está decir que estoy clavada en la cama, controlando la excelente calidad nutritiva de los alimentos. Comiendo dos almendras y una nuez por día, que no se qué carajo aportan pero parece que ayudan. Sometida a una conciencia paralela que monitorea los movimientos de manera constante, sin importar si estoy leyendo, escribiendo, mirando televisión o durmiendo. No hay cuerpo que resista, pero no lo puedo parar.

martes, 26 de mayo de 2009

Otro tipo de miedo

Faltan sólo cuatro días para cumplir 30 semanas. Todos los calendarios coinciden en que me encuentro irremediablemente en el preciado tercer trimestre y lo más probable es que resten menos de 10 semanas para que mi flaco conozca el mundo que lo espera. Pero como no se trata de librarse de un miedo para disfrutar y ser feliz, me parece que el antiguo miedo (que aún persiste y complica las cosas) está mutando a otro estilo de inquietud. No me será sencillo explicarlo pues lo intenté en varias oportunidades con diferentes interlocutores, que al escucharme se quedaban callados, mirándome con cara de desconcierto. O tal vez (y no lo decían) pensando: "esta mina me tiene harto". En fin, aquí no veré las caras, así que el silencio también puede ser que nadie lo ha leído y listo.

Ya he dicho en varias ocasiones que la vivencia de este embarazo se parece a la prolongación del tratamiento que hicimos para lograrlo (ICSI). Los tratamientos de alta complejidad son vividos con mucha ansiedad, paso a paso, y sabiendo que todo puede terminar en cualquier momento. De algún modo, he pasado estos meses con esa misma sensación, que por suerte no encuentra a su demonio más temido, sino que prospera y prospera. Que mi luchador se la banca, aquí ya lo saben todos, incluso mucho mejor que yo. Entonces la sensación es más o menos la siguiente: falta poco, el “tratamiento” llegará indefectiblemente a su fin y como este tiempo lo he dedicado a cuidarme para el “tratamiento” más que a pensar que voy a tener un hijo, siento que de un día para el otro me lo van a dar y mi cabeza va a colapsar. La de mi hijo, bueh, ya tiene turno con el psicoanalista apenas sepa decir “gua”. No sé si llego a explicarme. La sensación es esa.

Otra cosa que se me ocurrió es que tal vez lo que me sucede es que no me lo creo, entonces no hay representación en mi cabeza que valga. No lo creo aunque me patee como un loco todo el día en la panza. ¿Seguiré así cuando patee la pelota contra la ventana?
Al pensar eso, el mecanismo automático es decir: “bueno ponete las pilas, ya fue, empezá a comprar algo, prepará algo”. Allí, exactamente en ese punto, una marea de ganas me invade. Hasta siento una punta de felicidad pero es arrasada por el miedo anterior. Ese que ya conocen. Así que estoy así, inmóvil. En fin, para el reposo es bueno…

miércoles, 20 de mayo de 2009

Mucho sueño

Debe ser que entrar al tercer trimestre no es en vano. No todo es igual a lo anterior. Las cosas deben avanzar más allá de mis pretendidos controles.
Desde hace unos días el sueño me invade en forma continua y persistente. Incluso al rato de haberme despertado de nueve horas de sueño, interrumpido, eso sí.
El flaco debe estar tomando todas las energías disponibles y en esa misma medida yo me siento así, como low battery. A diferencia de él, que cuando me quedo quieta largos ratos, danza al ritmo de la música con una gracia digna de un bailarín.
Sigue creciendo bien y eso es lo importante. De a poco y cada vez más, me encuentro viajando despierta a uno o dos años en el futuro y, honestamente, no veo la hora de llegar.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Me gustan los días de lluvia

No ha sido siempre así, pero hoy nadie me saca la certeza de que este niño tiene que ver con la lluvia.
Recuerdo que los días de reposo luego de la transferencia fueron regados por el cielo, una y otra vez. El sueño me derribaba, así que la lluvia acunaba mis sueños dorados.

Luego, el día que me enteré que el flaco se había acovachado en mi vientre era un domingo alrededor de las seis o siete de la mañana. Con el evatest en la mano y sin poder creer lo que veía, miraba una y otra vez por la ventana y se mojaban mis ojos al ver caer una lluvia copiosa, fresca y cristalina. En aquel momento pensé que no olvidaría jamás esa imagen de diluvio fértil.
Los días que siguieron la lluvia me regalaba la virtud de seguir a mi lado. Miraba el cielo y sentía que aquel instante mágico de su llegada se prolongaba.

No todos los momentos fueron gratos, pues la noche del episodio más brutal de pérdidas que me hubiera imaginado, llovía torrencialmente. Lo recuerdo como uno de los viajes en auto más tristes y atemorizados que he tenido. Aunque reconozco haber sostenido un mínimo hilo de esperanza al sentir que si llovía mi bebé estaría con vida. Y así fue. Una vez más la lluvia me anunciaba su presencia.
Hubo otros días de lluvia en estos meses y cada gota me recuerda que mi hijo se prepara para conocernos.

Por las noches cuando despierto y escucho la fuerza de las gotas, vuelvo a cerrar los ojos tranquila de saber que mi hijo es tan fuerte como esa lluvia.
Hoy el frío y el agua me hacen feliz como una playa paradisíaca.

lunes, 11 de mayo de 2009

¡Pasamos el kilo!

El tema del peso es un stress. Lo ha sido toda mi vida. O más bien hasta terminada la adolescencia, que deambulaba por cuanto nutrichanta encontré (o peor, que encontraba mi madre). Siempre con magros resultados poco duraderos. Más tarde, como quien no quiso la cosa, orienté cierta especialidad de mi profesión hacia los desórdenes alimentarios. El stress ya no era por mi peso, sino por el de mis pacientes.

Hoy, se trata del peso de mi hijo. La premisa es: tiene que aumentar. Parece sencillo si se trata simplemente de atorarse de alfajores Cachafaz. Pero cuando se está a merced de una arteria umbilical única y una madre con trombofilia, las cosas no son tan simples. Sino pregúntenle a mi hijo, que ya ha comenzado a padecer a su madre. Aunque está visto que se las viene arreglando bastante bien. Hoy, con 27.1 semanas, ha superado heroico, por unos pocos gramos, el kilogramo de peso.
La madre se alegró como si al pequeño le hubieran entregado un Oscar o ganado el Premio Nobel. Ninguna de esas cosas pasó (aún). De todos modos es suficiente motivo para festejar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Faltan 4 para la 30.

No creo que dejemos de tachar días como los presos pero una vez que pasemos la semana 30, nuestra cabeza promete darnos un respiro. Hay que ver si cumple. Dijo que algunos sueños estarán permitidos. Todos los que se cuelan actualmente son severamente castigados e impulsados a los cajones más recónditos de nuestro ser.
A partir de la semana 30, si alguno de los ecodoppler da feito, sé que saldré eyectada al quirófano para la cesárea y nuestro flacucho tendría posibilidades de una vida digna fuera de su madre.
Por ahora las cosas siguen bien. El diagnóstico de flaco no hay miras que se lo saquen y la arteria uterina derecha da algunas treguas pero sólo parciales.

En lo que a mí respecta quisiera hacer una pregunta retórica: ¡¿quién dijo que los vómitos son en el primer trimestre?! La semana 25 transcurrió interrumpida por violentas furias estomacales que se disponían a deshacerse de todo lo que se les acercara. Un terrible ataque al hígado me dejó en cama varios días. El niño danzaba dentro como si no se hubiera enterado pero la madre realmente estaba hecha un papelito. Presión baja, un dolor de cabeza que llegó a provocar lágrimas, acompañado de los vómitos malditos que duraron días enteros.
Gracias al ayuno, al Sertal y al Reliverán, estoy mejor. Siguiendo una dieta estricta que aún no acepta los dos comprimidos de hierro que mi bajísimo hematocrito requiere, pues ataca con una acidez volcánica.
El niño está bien y eso es lo importante.