
Ya lo dice el blog mejor que yo: la amarga espera ya pasó. Me percaté cuando lo vi escrito sobre la imagen: no se trataba sólo de la difícil espera de nueve meses, la amarga espera habían sido los cuatro años que tuvimos el deseo entre las manos. Toda esa espera ya pasó.
Hoy soy una mujer renovada. Nueva no. Porque cuento con las marcas de todos esos años, y otros anteriores que habían tenido lo suyo. No tanto, pero lo suyo. Esas marcas cambiaron el rumbo de mi vida inexorablemente. Tanto que hoy siento que inicio una nueva espera, distinta.
Antes de querer ser madre, ya me ganaba la vida trabajando. Mi vida no era sólo eso. Pasa que ahora siento que estoy barajando de nuevo, que los días son un comienzo en blanco y me pregunto qué quiero hacer. Quiero pegar un volantazo.
Si la vida se deja yo le meto mano dice Sabina y yo quiero ver qué tanto se deja, porque hasta ahora me la venía metiendo a mí. Ahora es mi turno y no quiero dejarlo pasar. Quiero pegar un volantazo y dedicar mi vida a la escritura. Escribo desde adolescente, pero recién hace dos años empecé a preguntarme por qué nunca me lo había tomado en serio. Tengo muchas respuestas a esa pregunta, pero no quiero aburrirlos, para eso le pago a mi psicoanalista, que hace rato que no voy.
El tema es que quiero tomármelo en serio y empecé como con todo lo que hago: a full. No soy de las que se quedan quietas. Mi cabeza va pensando cómo hacer para ir cambiando de laburo y mi corazón ya se imagina en la Feria del Libro. Soy así, no lo puedo remediar.
Se que para vivir de los libros falta mucho, pero me gustaría al menos que algunas de mis líneas me dejen algún violeta a cambio de publicarlas en algún lado. Para comenzar me conformaría con eso. Pero bueno, se que no es rápido, ni fácil. Pero siento que me embarco en un nuevo anhelo. Un nuevo horizonte que me hace feliz, obvio, porque antes no podía pensar en esto. Escribía, sí, pero para drenar el dolor. Para seguir viviendo. Hoy quiero vivir para escribir y no a la inversa.
Y bueno soy así, no me quedo quieta.
Hoy soy una mujer renovada. Nueva no. Porque cuento con las marcas de todos esos años, y otros anteriores que habían tenido lo suyo. No tanto, pero lo suyo. Esas marcas cambiaron el rumbo de mi vida inexorablemente. Tanto que hoy siento que inicio una nueva espera, distinta.
Antes de querer ser madre, ya me ganaba la vida trabajando. Mi vida no era sólo eso. Pasa que ahora siento que estoy barajando de nuevo, que los días son un comienzo en blanco y me pregunto qué quiero hacer. Quiero pegar un volantazo.
Si la vida se deja yo le meto mano dice Sabina y yo quiero ver qué tanto se deja, porque hasta ahora me la venía metiendo a mí. Ahora es mi turno y no quiero dejarlo pasar. Quiero pegar un volantazo y dedicar mi vida a la escritura. Escribo desde adolescente, pero recién hace dos años empecé a preguntarme por qué nunca me lo había tomado en serio. Tengo muchas respuestas a esa pregunta, pero no quiero aburrirlos, para eso le pago a mi psicoanalista, que hace rato que no voy.
El tema es que quiero tomármelo en serio y empecé como con todo lo que hago: a full. No soy de las que se quedan quietas. Mi cabeza va pensando cómo hacer para ir cambiando de laburo y mi corazón ya se imagina en la Feria del Libro. Soy así, no lo puedo remediar.
Se que para vivir de los libros falta mucho, pero me gustaría al menos que algunas de mis líneas me dejen algún violeta a cambio de publicarlas en algún lado. Para comenzar me conformaría con eso. Pero bueno, se que no es rápido, ni fácil. Pero siento que me embarco en un nuevo anhelo. Un nuevo horizonte que me hace feliz, obvio, porque antes no podía pensar en esto. Escribía, sí, pero para drenar el dolor. Para seguir viviendo. Hoy quiero vivir para escribir y no a la inversa.
Y bueno soy así, no me quedo quieta.