
Cuando quería empezar a relajarme, paf! otra vez a agachar la cabeza. En fin, seguro que no es grave, de hecho es lo que me explicó con una claridad impecable mi bendito ecografista.
La cuestión es que el flaco es cabeza dura y no quiere abandonar su condición por nada del mundo. En la última ecografía, todos los valores aumentaron menos la pancita, que por el contrario adelgazó un poquito. ¿El resultado? Aumentó menos de 100gr. en diez días, lo cual es poco para la edad gestacional.
Como yo venía tratando de relajarme y como los meses de reposo se acumulan en mis dolores de espalda, lo cierto es que la última semana me moví un poco más de la cuenta. Es muy probable que esa sea la causa (ojalá sea esa). El médico me explicó que estas cosas son muy comunes en pacientes como yo y que simplemente hay que mirarlo más de cerca (todavía más) y que aún aumentando así muy poquito, no hay mejor lugar para él que mi panza. Que estamos muy lejos de mi fantasía más cercana que es ir y que me manden de raje al quirófano.
Debo reconocer que soy una persona que piensa demasiado las cosas y que sucumbe fácilmente a pensamientos enroscados. Por ello, el problema, una vez más es mi cabeza. Los médicos hacen esfuerzos sobrehumanos para atenuar mi miedo exagerado pero no lo logran o lo hacen con resultados que se extinguen a las dos cuadras del consultorio, cuando mi capocha empieza a pasar la película de lo sucedido y a repasar las palabras escuchadas una por una, buscándoles sentidos ocultos que probablemente no tengan. Es así, como vuelvo a temer que algo malo pase, que se frene el crecimiento y que no lleguen a tiempo a sacarlo, que yo no me de cuenta de algo crucial y que pase algo malo.
En fin, que el maldito demonio me lo lleve.
Me muero de miedo y tengo la cabeza cada vez más quemada. Estoy pensando en mandar la panza sola a las ecografías, pero la tecnología no alcanzó tales adelantos.
De más está decir que estoy clavada en la cama, controlando la excelente calidad nutritiva de los alimentos. Comiendo dos almendras y una nuez por día, que no se qué carajo aportan pero parece que ayudan. Sometida a una conciencia paralela que monitorea los movimientos de manera constante, sin importar si estoy leyendo, escribiendo, mirando televisión o durmiendo. No hay cuerpo que resista, pero no lo puedo parar.